Sunday, October 23, 2005

Vientos dominicales


Salí a caminar en la tarde. Fui a tomarme un café y coregir unas pruebas, estaba ansioso, pero no como otras veces, en que el domingo se transforma en la evidencia del vaciío, en que no hay informe que pueda obturar la sensación de soledad, ni algún amigo que me pueda ilusionar con compañía. Fué un domingo algo distinto.
Corría viento, mucho viento, de hecho acá en el departamneto sonaba como si fuera un acantilado del sur. Y en la calle el viento levantaba polvo y las semillitas de los plátanos orientales. Como siempre estaba con alergia, ya se ha vuelto una compañía leal, así que la dejo no más. Y caminé, tomé la micro, esperando que me tocara una del trans Santiago, pero no, me tocó una que yo creo que era como de los incicios de las micros amarillas, lo bueno es que el chofer tenía cara de simpático, así que me fui contento. me bajé en la Católica, y caminé por Lastarria, es incríble ese barrio, siempre está lleno de gente tan distinta, desde el loco que se viste de mujer hasta turistas, pasando por los abuelitos que pasean el cocker en la plazita que está al medio.
Y seguía corriendo viento. No hacía frío. En realidad tenía la esperanza de que el viento se llevara muchas cosas de mí. Pensaba que mientras más viento corría me iba sinetiendo más liviano. Cosas que uno piensa los domingos por la tarde. Y llegué al café. Me senté y llegó la niña con overol a traerme la carta, le dije que quería un jugo no más, asi que al rato ya tenía un jugo sobre la mesa y corregía mis pruebas al ritmo de un cigarro que se quemaba en mi boca.
Y seguía corriendo viento. Afuera se caían los letreros, y pasaban las señoras chasconas, y los punks con el pelo incólume pero las chaquetas abiertas. Y mientras yo corregía y pensaba. Pensaba en que pasaba en el resto de la gente que estaba ahí, que los llevaba a sentarse a tomar un café un domingo por la tarde, y concluí que nada, y eso me alivió. Nada. No todo tiene un por qué, no todo tiene una razón de ser.
Y seguía correindo viento cuando salí. Pero era un viento distinto. Era un viento que acariciaba, un viento que prometía, no sólo cosas buenas, sino también prometía nuevos vientos, y que también prometía nada, y eso me calmó aún más. Era un buen viento.
Y el viento me trajo hasta acá, el viento me dijo cosas al oído, me contó cómo eran los domingos cuando está él, me contó historias de otra gente, no por copuchar, sino por que quería hablar con alguien, alguien que no cerrara los ojos para que no entraran las pelusas de los plátanos orientales.
Fue un domingo venteado, fue un buen domingo.

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