Wednesday, October 26, 2005

Una guena tarde...


Hoy fui a ver lo del magister, fijo que no quedo en la weá, pero en fin...quedé fascinao con la idea. Fui con la Pía, una amiga, nos juntamos a almorzar en el Utopía (en el que aún no me explico por qué no me hacen algo así como cliente frecuente o socio honorario) y de ahí a la U. Todo un pajero, porque como no tenía que hacer ayudantía y voy medio día no más a la pega, me dediqué a tirármelas de manera vespertina. Ni tanto, porque después fui a atender un paciente a la consulta.
En fin, ese no es el tema, lo que haga yo con mi tiempo libre es cosa mía y no de este blog, pero la cosa es que mientras esperaba a la Pía, que pa variar llegó atrasada, me senté en la plaza de Lastarria. Estaba fresquito, corría viento y había un sol tenue, de esos tipo agosto. Mucha gentee ntraba y salía de la iglesia, no sé si habría misa o era una cosa de devoción no más, o quizás turística, vaya uno a saber. Y bueno, como soy un poco inquieto, llamé a la Pía quien me confirmó que venía atrasada y que llegaba en 10 minutos, es decir en tiempos terrícolas era como media hora más. Así que partí, no puedo estar gastando el poco poto que tengo aquí sentado me dije, y me las eché a caminar por el barrio.
Había una pareja de bailarines de tango frente a la Mulato Gil que se hicieron la América, porque yo estuve como 3 minutos y la gente les echaba y echaba plata. Así que para qué les iba a echar yo po. Cuando estaba en la esquina pasó una viejita, arrastraba una bolsa y los pies, y la verdad es que arrastraba también olor a pichí. La miré y seguí caminado hacia el cerro.
Los departamentos que hay por ahí son increíbles, los balcones son un sueño. Bueno, no por nada la Nicole se imaginaba recibiendo una serenata en esas calles. Yo me imaginaba leyendo ahí, mirando el cerro... y no sé si me gustó la imagen. Parece que soy snob pero no tanto. Seguí caminando y me abroche la chaqueta, poruq el vientecito como que estaba más helado. Al final como caminaba lento preferí dar la vuelta a la manzana y volver a la plaza a esperar a la Pía.
Cuando iba llegando de nuevo a Lastarria, pero por la otra calle, me encontré en la esquina con la viejita, la del olor a pichí (o pipí como me corrigió una amiga una vez "no se dice pichí, es ordinario"). Recién había ella caminado una cuadra y yo tres.
Una cuadra de ella, eran tres mías. Un paso de ella eran tres míos. Entonces me senté a esperar. Parece que hay algo que tienen los viejos que es valioso, y es la lentitud, aunque sea arrastrandoi los pies, aunque sea arrastrando una bolsa, aunque sea arrastrando sus olores. Ella caminaba lento porque arrastraba penas y hedía historia. Yo, en cambio, me perfumaba con ilusiones y me tiraba con una yunta de promesas.
Más lentitud, sólo eso, más lentitud.

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