Sunday, October 30, 2005

Labios... después de conversar con la Xime


No sé por qué. Recuerdo los labios de mi abuelita María. Eran púrpuras, de verdad, eran tan delgados y tan frágiles, pero eran púrpuras. Del color de las rosas cuando están abriendo, cuando aún no se ve el rojo, sino que están en capullo. Claro, ella tenía probelmas de circulación, y siempre le preguntaban si se pintaba los labios- Por Dios, las tonteras que se les ocurre, cómo me voy a pintar...no me pinté cuando joven y me voy a pintar ahora...- Y juntaba sus labios que eran más púrpuras que antes que diera su discurso de mujer tradicionalista. Recién le comentaba a la Xime el poder de las mujeres. Cómo una mujer podía gobernar desde la posición de gobernada. ¡Mentira!, las mujeres saben mucho mejor que nosotros cómo dar ordenes, y es que lo hacen sin que se note. Las mujeres entreabren los labios y habemos hijos, maridos, nietos, vecinos, admiradores, alumnos, vendedores, lectores, telespectadores, que ponemos entre ellos las palabras que queremos escuchar. Los hombres no podemos hacer eso. Sólo las mujeres tienen el don de mostrar la falta y encontrar un séquito que busca completarlas. Por eso habemos muchos maricones, que nos quedamos completándolas, porque no habrá labios capaces de generar tal sensación de omnipotencia, no habrá otra persona, que prometa que de esa boca saldrá tanto amor. No habrá otra persona cuya falta sea compoeltada por nosotros.
Mi abuelita murió como reina. Con sus labios púrpuras. Murió con sus hijos rodeándola. Con mi tía con uan vida postergada. Con mi mamá llorando porque su madre nunca fue feliz. Con mi tío limítrofe escapando de sí por distintos departamentos de Santiago. Conmigo, al lado, porque sus labios me prometieron que no había entre mis 20 y tantos primos, otro que la quisiera tanto, otro que la entendiera, otro que fuera tan caballerito, otro que que la completara. Mentira. Nadie la completaba, nadie la completó nunca. Por eso reinó, porque muchos quisimos hacerlo.
Yo creo que he evolucionado estos días. Ecribí un beso para mi madre y la fui aver el fin de semana, y dejé que me diera la comida en la boca, como es su sueño. Pero no vivo engañado. Sé que ella también reina, que sigo y seguiré completándola. Al menos creo que eso me permite saber en que posición me ubico... saber por qué mis labios no encuentran otros que besar, por qué otro son promesas falsas y que se desvanecen... Porque no son púrpuras...porque no me prometen que los voy a completar con mis palabras.
En fin... una página es poco para escribir de labios... un beso es poco para sentir de ellos.

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