Juguete
Ahí debo haber tenido cerca de un
año. No tengo recuerdos de esa época. Me imagino que nadie los tiene. Tengo un
recuerdo, pero de más grande. Creo que es el primer recuerdo de un sueño. Porque
creo que fue un sueño. Al menos he preguntado si algo así pasó y me dicen que
no.
Soñaba que estaba afuera de la
juguetería con mi papá. Me gustaba esa juguetería, era como un bazar, la “Casa
Ely” me acuerdo que se llamaba. Vendían
camisas, calzoncillos, calcetines y juguetes. Era la única juguetería que había
en la ciudad. Miraba y después llegaba a la casa y le decía a mi abuelita o a
mi tía, que había un monito que me había gustado. Y cuando iba de nuevo,
llevaba la plata y me lo compraban. Me gustaban los monitos articulados,
contaba historias, los manipulaba, hacía con ellos lo que quería, los mataba,
los enamoraba, los hacía volar, los enterraba. Eran mío, para siempre míos.
Bueno, estaba en esa juguetería.
Salía y me tomaba de la mano de mi papá. Caminábamos, había mucha gente,
pasábamos entre ellos. De pronto miraba la vereda del frente y estaba mi papá.
Entonces, con mi mente pequeña pero nada de huevona, concluía que si él estaba
al frente… ¿Quién mierda me llevaba de la mano? No recuerdo más. No sé si no
quiero o no hay nada más que recordar.
Creo que las perdí unos cuantos
años después de sacarme esa foto. Aproximadamente 22 años después.
Creo que me secuestraron. No
creo. Estoy seguro. La mujer de la foto. Diseñó un plan maestro. Tan perfecto
que aún me tiene secuestrado. Lo peor: nunca pidió rescate. O tal vez lo pidió
y mi papá no tenía lucas para pagarle. Su plan maquiavélico fue revelado hace
poco, luego de que me sacó de sótano donde me tuvo escondido, cuando murió mi
papá. Dice que me eligió. O sea, no lo dice así, per eso caché yo. Me eligió
para ser de ella. ¿Se fijan en su mirada? Ahí me está diciendo que soy de ella,
para siempre de ella. Creo que mi papá no me pudo rescatar. Nunca lo hablamos.
El secuestro me hizo dejar de verlo, de conocerlo, se transformó en un ente
cargado de cosas negativas, de algo que me daba asco, se transformó en un
hombre. Nada más. Un hombre al que no pude echar mano para hurguetear, para
buscar los planos, el índice o alguna puta pista de lo que era la masculinidad.
Cuando le pregunté fue un poco antes de que la gangrena de su pierna, después
de un año de estar postrado, ya casi no le permitía mirar. Poco antes de que se
terminara de podrir.
Creo que perdí las ganas cuando
estaba grande. En ese tiempo tenía ganas de conocer, de saber, de aprender a
caminar y alejarme. Pensaba aún que podría alejarme.
Es raro, creo que me acostumbré
al secuestro. Dicen que pasa. Quiero seguir con las cadenas de oro con el
Sagrado Corazón que me regalaba mi abuelita. Quiero asegurarme que las esposas
estén bien cerradas, esas que venían en el juego de Sheriff. Quiero que la
mordaza me asfixie, la mordaza que me ponía mi hermano cuando jugábamos a los
ladrones. Quiero que la tortura se mantenga. La tortura que fue y es lo que me
hago yo mismo. Me gusta el secuestro. Me gusta que sea ella quien lleve mi
vida. Si hoy me tomara en brazos, sonreiría.